En una de mis orgías blogueriles, o sea cuando voy de blog en blog buscando nuevos escritores que me hagan reir o me generen ese algo que te lleva a seguirlos, encontré un post muy divertido sobre los miserables ladroncitos de las oficinas. Si, así me los imagino: Unos despreciables gnomos marrón-verdosos de manos largas, uñas negras y narices ganchudas y mocosas, que piensan que lo suyo es suyo y lo tuyo también.
Trabajo en una empresa yanqui con sede en Argentina (en adelante nombrada como JP: Juliet Pacman, por no dar nombres...), o sea de esclavita barata en una empresa de trepadores y competitivos engendros. O al menos así son la mayoría de engendros que nos tocaron como jefes en el sector en el que estoy yo, y que es tema central de increíbles blogs, de atención al cliente.
Comenzando el descargo clásico de anécdotas laborales que todos necesitamos hacer para que nuestro hígado no hierva de veneno, quiero hacer un listado de las cosas que me afanaron -¿corporativamente?- en la empresa. Culpables, a devolver. Inocentes, quedan advertidos: ¡Que no les pase a ustedes!
- La silla: Este clásico no falta en ninguna empresa, y JP no se iba a salvar. Cuando llegás a las 9:12 corriendo -porque la hora de entrada es a las 9:00-, te cruzaste a tu jefe, querés sentarte a trabajar YA para evitar comentarios, dejás tus cosas arriba del monitor, prendés la PC de una patada y te sentás, todo en un milisegundo, es bastante probable que te de un ataque de gritos histéricos si...
1. La silla que te pusieron está más baja que la tuya y se te sube el estómago (y los ovarios) a las orejas del susto.
2. La silla que te pusieron está más alta que la tuya y causa un rebote que te hace comer el monitor y partirte un labio.
3. La silla directamente NO ESTÁ, por lo cual:
3.1. No te diste cuenta y te desparramás en el suelo al cántico de una puteada que hace que en la gerencia se meen encima.
3.2. Trabajás en cuclillas como si tuvieses la silla para que tu jefe no vea nada raro, hasta que tenés un segundo para afanarle la silla a otro y generar el, también clásico, juego de la silla.
SOLUCIÓN: He visto nombres con indeleble, sillas acuchilladas para afearlas, marcas especiales en lugares insospechados que después te da verguenza ir a buscar... pero el mejor truco nos lo da la propia naturaleza. Si es una empresa de animales, animales seremos. Nadie se va a llevar una silla que tenga los siguientes rastros en la zona para sentarse: Una mancha blanca grande rodeada de algunas manchitas más chiquitas en el respaldo (le da un toque muy casual). Una gran mancha roja única en el medio del asiento. Quién sabe por qué (tienen internet para averiguar xD), pero repelen a la mayoría de los usurpadores y lo pueden lograr con la dosis justa de lavandina o de jugo de remolacha, o como se les ocurra... nadie los va a juzgar por cuidar lo propio.
- El mouse: En JP no se va a medias tintas... no te roban "sólo las pilas" de las cosas. Perdí la cuenta de las veces que llegué a mi puesto de trabajo medio sonámbula, estiré la mano para hacer click en el ícono de "ahora comienza mi rutinario y espantoso trabajo" y me di cuenta de que el hada de los mouses me había dado la excusa perfecta para amanecer de nuevo a los gritos, cosa tan saludable para una... Lo decadente es que todos los cablecitos de la PC están atados con un candado y la llave la tienen "los de arriba", ¡así que el robo de mouses es siempre un crimen premeditado! ¡A la hoguera con ellos!
SOLUCIÓN: Lamentablemente no la hay. Pero recomiendo ampliamente cruzarse de brazos hasta que tu jefe te consiga otro, porque, como ellos mismos dicen: Tenés que meterte en tus asuntos y no decirles a ellos cómo tienen que hacer las cosas. Y un plus para usar con los jefes muy HDP: La telepatía... "¿cómo que no me escuchaste cuando te dije que no tenía mouse? ¡Si te lo dije fuerte! Mentalmente, obvio, porque no puedo mandarte un mail haciendo click en el aire..."
- El teclado: Malditos sean -y los maldigo con herpes, mal aliento y hemorroides- los que se atrevan a tocar mi teclado con volumen y apoya-muñeca (o como se llame esa cosa que tienen los teclados (casi) ergonómicos). La única vez que me pasó fue porque me fui de vacaciones (pecadora yo, ¿no?, hijosdesuputísima...), y lo que me robaron fue un teclado normalucho. Me lo cambiaron por una versión troglodita a la cual había que zapatearle encima para que escriba. Así que yo, la quejosa con derecho, le pedí a mi amigo del sector correspondiente que me dé el teclado de repuesto que le debían hace tiempo a mi máquina. Hermoso teclado el que tengo ahora, que hasta mi jefe le babea encima (agh, asco). Y espero seguir teniendo, porque me fui de vacaciones nuevamente (¿una vez por año? ¡pecadora y juerguera! -_-).
SOLUCIÓN: Como con el mouse, lamentablemente no encontré una. Lo que si les digo, en una semana les cuento si me lo afanaron. Para mi eso es causal de renuncia, alaridos y pataleos. No importa en qué orden, aunque si renuncio primero, no me van a dejar entrar a patalear, supongo. Soy Aries. Los que conozcan un ejemplar de mi signo sabrán que con los juguetes de un Aries no se jode.
- Las patitas del teclado: Se preguntarán: ¿Hasta eso se roban? Y responderé: Si. Lamentable. Decadente. ¿Argentino? Dan ganas de llorar y reventarle la cara a taconazos a alguien a la vez. Si será una estupidez enojarse tanto por un par de pedacitos de plástico, es otro cuento. Que lo cuenten los que se roban los felpudos de las puertas, las flores de las macetas, los adornos de los autos... El robo de pelotudeces es muy triste y muy real.
SOLUCIÓN: La solución la da el bendito Wolfenstein cuando elegís en qué nivel querés jugar: KILL'EM ALL!!!
¡Quiero mi mouse! TTTRRRA-RRA-RRA-TTA-TTAAA ¡Quiero mi silla! TTTRRRA-RRA-RRA-TTA-TTAAA ¡Quiero un aumento! TTTRRRA-RRA-RRA-TTA-TTAAA
Por el momento no recuerdo más robos premeditados, ya que los enumerados arriba se repiten de una forma que hace que a veces te sientas realmente como en casa, cuando dejás tu quesito crema preferido en la heladera y suponés que como tu familia te quiere no se lo va a comer.
Ya les contaré cuando vuelva...